A mi abuela.
Gritaba cada noche.
Murió sin comprender la muerte
o por comprenderla.
El grito
es la hendidura, un resplandor,
palabra sin raíz
en la zanja de la mujer dentro de la mujer.
La noche, un vuelo de hojas.
LLueve en la memoria de las paredes
Pesan
el azúcar dentro de los ojos llagados,
la infancia del frío,
el silencio de las manos en la mujer dentro de la mujer.
No es suficiente la zanja,
la inocencia del cuchillo,
no entender la luz.
Sergio Gómez García
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