jueves, 31 de octubre de 2013
Casi no sentía su mano
Casi no sentía su mano. El rumor de las palabras dolía en la garganta y las
adecuaba al volumen de la confidencia. Y, aún así, aún siendo más silencio
que voz, casi no sentía su mano.
De vez en cuando, pasaba algún transeúnte. Un lugar poco transitado,
acorralado como un animal salvaje en una batida aún más salvaje. Sin
embargo pasó levemente un niño que depositó su mirada de inocencia
sorprendida.
Casi no sentía su mano, aunque dejaban marcas en la piel. La tragedia es
talentosa en el arte del tatuaje desvanecido. Recogió una lágrima con el dorso
de la mano libre y trató de esbozar una sonrisa.
Aún flotaba el niño y su fotografía efímera. La inocencia previa al primer filo.
Casi no sentía su mano. Sentía más una mirada apenas sorbo de agua
hirviendo.
Casi no la sentía, sola en el banco, calor de verano y una mano amiga muerta
que estremece cimientos. Sólo una caricia fantasma que baila recuerdo.
Diana Álvarez
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