Quería escribir el poema más bonito del mundo.
Uno que hablara de las nubes y el tiempo
de exudaciones con nombre propio
a las seis de la madrugada
y de esas largas noches
en que la maga reordena el cosmos.
Quería escribir un poema tan bello
que los semáforos se quedaran en blanco
las pantallas destiñeran canciones
y en las oficinas los jefes danzaran
sobre las mesas.
Un poema
capaz de quebrar las armas
dejar desiertos Congreso y Senado
e inundar todas las Bolsas de margaritas
y azucenas.
Quería un poema tan delicado
que los adultos fuesen niños de nuevo
y se dedicaran a salvar caracolas
o a coleccionar piedras.
Pero empecé a pensar en tus manos.
Y en el valor que no sobra
pero seguimos buscando.
Así que seguiré escribiendo
el poema más bonito del mundo
hasta que salga el sol donde rompen las olas
o vuelvas a ponerte palote
sólo con que te toque.
Que prometo quedarme
hasta el siguiente verso.
O la penúltima balada.
Beatrice Borgia
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