He escrito
a los días y las noches
al amor y la muerte
al progreso
y el desencanto.
Le he escrito
a los hombres que me follé
cuando todo el mundo dormía
y a las mujeres que he acariciado
mientras sus vaginas regaban estos labios.
He escrito
pero nunca a los dieciocho centímetros rosados
que descansan en el fondo del cajón de mi mesita.
Con ese radar infalible capaz de hacer saltar
la ge del punto.
Algo imperdonable
si se tiene en cuenta
cada gemido silenciado
(por aquello de no alterar a la vecina de al lado).
Y aquí reposa, entre mis manos.
Aguardando la siguiente visita
a la sima salina que se agita
entre pierna
y pierna.
Beatrice Borgia
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