Madre, yo al oro me humillo;
él es mi amante y mi amado,
pues, de puro enamorado,
de contino anda amarillo;
que pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Francisco de Quevedo
La costa es un campo de coches y casas
antaño de trufa, amatista o de trébol.
Los juncos de julio son gestos longevos,
los ríos son ruinas, son ramas en brasa.
La estepa y la tundra ya tienen las tasas
que imponen sus precios rapaces del pueblo.
Ladrones de ríos nos roban los riegos,
la atmósfera, el mar, el jazmín, la argamasa.
Los bosques, los brezos, la brisa, las brozas,
la bruma, la brusca y los verdes arbustos
se visten de visa y no vuelven ni brotan.
A toscas tortugas, tritones vetustos
los tiñe el Prestige de petróleo y destrozan
las jónicas junglas los jueces injustos.
Javier Neveo
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