Quedaba tan bien en desobediencia con la lámpara
que nos alumbró los rizos.
La rodilla izquierda, trinquete de mi esperanza a tus ojos,
aguamarina de los espacios tibios, ululantes a la estridencia del hecho.
Aseguran unas figuras cautelosas un punto familiar;
aunque fuera insólito en su primer vez.
Quién iba a imaginar que quienes nunca habían visto morir,
enterrarían sus reversos al abandonado suceso.
Cleofé Campuzano Marco
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