La oscura cabellera del deseo
me envolvió en su perfume.
Me embriagó de sabores imposibles
y me enseñó un oculto pasadizo.
Y al hundirme en tus ojos infinitos,
todo el misterio del océano
se resolvió en espuma.
En tus trémulas manos
sostenías el mundo,
y entregabas entera
tu boca de oficiante
oscura y prometeica.
Nos amamos despacio
en un rito silente,
y todo cuanto era
se paró en ese instante.
Dejó de ser, por un breve segundo,
calma total, nocturna indiferencia.
Y estábamos allí,
solos, nosotros mismos.
Parte toda del otro, indivisibles.
Marisa de la Peña
sábado, 22 de enero de 2011
La oscura cabellera del deseo
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1 comentario:
Mi querida y dulce Marisa.
Hace tiempo que no te visitaba, perdona, he leído tu poesía y como siempre es un ¡placer!
Te quiero "muchismo"
Un abracico.
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