El poeta también va a la vendimia,
recoge frutos,
selecciona, respira hondo y
corta
el racimo
secamente,
ejecutando el drama,
lo deposita, con cuidado enfermizo
entre el resto de lo ya cortado.
Después, poco a poco,
con la paciencia necesaria,
en solitario, irá pisando versos
y transformando su cosecha.
Nada es del poeta,
salvo la transformación.
Agustín Calvo Galán
sábado, 8 de enero de 2011
VENDIMIADOR
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