A mi abuela Brigi
Mi abuela no tiene miedo
a los fantasmas.
La rodean, la acompañan,
la arropan, le hablan
a través de la masa de
las rosquillas
y del silencio intermitente
del tic-tac
del reloj de la cocina.
Están en sus viejas historias,
en sus fotos
y en un lugar húmedo
y oscuro detrás de sus cataratas.
En cada una de sus palabras:
pan, jabón, manos, hija, cebolla...
En sus recuerdos en blanco y negro
y, cada vez más,
en mí
cuando aspiro su olor
a limpio y a puchero,
cuando me atrevo a asomarme
a la orilla amable
de sus ojos tintineantes,
cuando distingo sus rasgos
en los rostros antiguos
de las fotografías,
cuando callamos junto a la estufa
y dejamos pasar el tiempo
que necesitan - para hacerse-
las rosquillas.
Rodeadas, acompañadas,
arropadas por las sombras,
sin miedo
porque los fantasmas de mi abuela
también son míos.
Sonia San Román
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