viernes, 5 de julio de 2013
Silencios
Lo que no se dice
nos pellizca los párpados,
y tenemos que cerrar los ojos
para que no eche las ramas ahí afuera.
Lo que callamos
extiende sus raíces por las venas,
tan real y corpóreo
como el soplido que aviva el incendio.
Lo que no te digo, lo que tú callas,
permanece viajando entre la piel y la carne
en un murmullo de erizos.
Y algunas veces
crecen tanto sus tallos,
que se nos acaba desbordando
una insurrección de flores mudas
desde las yemas de los dedos.
Charo de la Varga
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