esa primera
salida adolescente
estrenando bolso.
Peinadas
con laca
y andando
de puntillas
hacia la ciudad
como cigalas
sobre la paella.
Por la Vía Sindicato,
algarabía
sin control.
De repente... Un boceto,
surgió a contraluz:
Era un hombre enjuto
muy religioso
de arcilla
y ojos oblicuos.
Se cruzó
en nuestro
camino
sobre una caña
fumando
su habano.
Y levantando
las persianas
me saludó
un hola.
La risas
de mis amigas
fueron el ruido
de una hojalata,
el cascabel de una serpiente
un punzón,
la aguja
que atraviesa
el lino
del tambor mallorquín.
Lideradas mofas
por la graciosa
del grupo
porque llevaba
sostén sin relleno.
Que
demandó
histérica
urgente
retórica
la identidad de ese chino.
Respondí.
Es mi abuelo.
Mi abuelo
es ese chino.
Todas
enmudecieron
y la laca se secó en hiel
y cada uno
de nosotros
siguió
su camino.
Lluisa LLadó
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