Mi mano, mi mano yo te ofrezco
para que sea morada
de tu rostro somnoliento,
acopla tu mejilla en mi palma
y duerme ¡mi niño pequeño!
Sueña que estás en la nube
y tus alas al viento
te llevaran a vivir aquello
aquello, que pretendemos.
Déjame que con mis dedos
garabatee en tu cuerpo
poemas bellos,
palabras dulces
como el dulce caramelo.
Versos que digan que tu piel,
merece el respeto
de adorarla y venerarla
como al niño más pequeño,
o como el Santo más Santo
que habita en el cielo.
María José Pellejero Letosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario