Ahora soy yo el que va a hablar de esta carne.
La hamaca al sol mientras tiño con cualquier melodía
los volúmenes adquiridos en la estática del pensamiento.
El dolor se va retirando con pies de elefante,
de ahí que aún el poso.
Abandoné mis nombres para desposeer a los dioses del poder que han adquirido sobre mí.
Aqui la sombra no funciona.
No en estas paredes de pesadillas y piel.
A veces la tinta ayuda como terapia.
Y no lo digo yo. Es mi bolsillo el encargado.
El martillo del vecino.
Una puerta sorda.
El teléfono y su no ruido
del que siempre atento
pende el telón.
Tengo
que
esforzarme.
Me repito.
Tengo
que
esforzarme.
Limé los perfiles porque también me acordé de ti.
Ángel Muñoz Rodríguez
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