sábado, 1 de junio de 2013

Infinito



I



Miro a la noche,

a la oscura noche sin estrellas,

a la piel de ébano del cielo,

a la carne negra del horizonte,

al vacío inalcanzable de ahí mismo,

al vacío más vacío…


Y sí, lo veo,

veo el oscuro vacío.

¡Veo el infinito!


Yo, un simple ser finito,

un pequeño haz de luz,

en mitad de la inmensidad más inmensa.

Lo tengo parado, quieto, infinito

justo en el centro de mis pupilas.

¿No es algo extraordinario?

¿No es algo digno de ser contado?

¿No es…?

Es el infinito.


II


Alargo la mano

y lo palpo…

Su tacto es frío

y etéreo,

su epidermis, de invierno oscuro,

de madrugadas sin sereno,

es gélida como noches sin sombras,

como los días sin sol.

Sí…

y en un acto de cobarde valentía,

de valiente inconsciencia,

las alargo aún más,

mis manos, pálidas y sinceras,

de palmas desnudas,

de dedos temblorosos,

de yemas libres de blasfemias

y lo agarro…


Y es nada,

humo de un incendio frío,

ceniza sin cuerpo ni alma,

nada…

aún sabiendo que es el todo

de una ausencia ausente,

ausente hasta de si mismo.


Es el infinito,

¡el infinito!

Y sí, lo puedo asegurar,

desde la brevedad de mi tiempo finito

se siente infinito,

lo percibo eterno.



Tomás Soler Borja








2 comentarios:

Magda Robles dijo...

Eterno es el infinito... eternas tus palabras escritas en él.

tsb dijo...

Todo coge en la nada...

Besos!!