Hablarte a ti, cuerpo mío.
a estas alturas,
en este otoño de pecho insano.
Desdibujando orillas en un inquebrantable deseo
de parar el tiempo.
Hablarte a ti, que permites la caricia
y haces posible el abrazo y la palabra.
Trágico destino el tuyo, regocijo mío,
vientre, muslos y saliva.
Presencia erguida e íntimo descanso.
Dedos reverenciados, aliento y latido.
Hablarte a ti, sombra mía, amada sombra,
de la sensualidad perdida, de la exaltación idílica
cuando ya no quedan ni orgullo ni desdén posibles.
Ni bocas.
Ni intención.
Sólo una simple y gran indiferencia
que todo lo abarca y significa.
Sólo una simple y gran indiferencia
que todo lo abarca y significa.
Amparo Paniagua
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