lunes, 3 de abril de 2017

ELEGÍA



En las otrora compactas oleadas

de aguerridos jinetes como fuimos,

el fuego graneado de la muerte

va sembrando de ausencias nuestras filas

y al surco de la tierra vuelan

íntimas semillas de memoria.



Seguimos cabalgando, a la carga. Siempre a la carga.

Con la lanza de la vida en ristre

por un estéril campo de batalla,

erial de flores agostadas,

páramo de sombras y azabaches.



La avalancha de los viejos tiempos, que nunca volverán,

son sólo ya presagio del encuentro inapelable

con la bala perdida,

que desde el otro lado de la luna,

vendrá a matarnos.



Eugenio Mateo



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