sábado, 8 de abril de 2017

REFUGIADOS




Me aburre esperar ante el paso cebra de una disyuntiva,

un semáforo rojo impide ver los acantilados de Lesbos

y el mar es un océano de tráfago insensible en plena tierra firme.

Corremos por los campos de Serbia perseguidos por la luna,

sin saberlo, tomando un café mientras pasa el tranvía.

Vamos a lo nuestro, como todos, a llegar primero,

desconocedores de las punzadas del alambre de espino,

azuzados con los perros de los paraísos opacos,

porque piove, piove, porco governo,

y es tan malo no querer como no ser querido.

Me conmueven los niños de estas fotografías

y lloro lágrimas de cocodrilo tras las gafas de sol

cuando las imágenes me cuentan de su miedo,

es el reflejo de los ojos de mis niñas

en las caritas inocentes de las víctimas

lo que me emociona.



Eugenio Mateo,




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