La tierra se despega de mis pies,
mi piel se funde y va deslizándose,
mis ojos se tornan hacía los adentros
y tienen más luz que ahí afuera.
Se cubre mi lengua de rosas
para decorar las espinas que se clavan en la garganta.
Endulcora mis labios, un café con leche.
Es imposible, que tú, me veas como yo me veo.
Es imposible, que tú, me entiendas como yo me entiendo.
Y observo, cometiendo los mismo errores, sin darme cuenta.
Cómo luchamos por el protagonismo.
Cómo agotamos las palabras sin censura.
Qué dificil es transformar las enseñanzas en práctica.
Y por consiguiente, en un hábito, imposible de quebar
por mucho que se empeñen.
Aprendo a respirar profundo, sí, es lo que hago.
Que los que tiran las lanzas se aburran,
por no encontrar reacción alguna en mi.
Sí, es la opción que escojo.
Porque yo no tiro lanzas.
Porque yo no ataco a nadie.
Porque yo no comprendo a todos, ni sé de todo.
Pero mi conciencia está tranquila.
Mi alma en paz consigo misma.
No espero que me entiendan.
No espero que me escuchen,
no, si pretenden que me repita como un loro,
malgastando mis energias en el esfuerzo,
para llegar al mismo resultado.
Sigo mi rumbo y sigo mi brújula.
Son pocas las criticas y los ataques.
Sé, que se avecina tormenta, que llegarán más.
Los que más me aman en este mundo,
son los que mas me muerden,
los que creen que tienen posesión de mi ser,
los que menos me entienden.
Un guerrero que explora más allá de sus tierras,
no se deja vencer por las adversidades,
por las heridas o cicatrices.
Su hogar está donde está su corazón.
Su familia es todo ser que se encuentra a su paso.
Su mundo no tiene fronteras.
Las peores guerras ocurren en su interior
y aún asi, sigue consigo mismo, incomprendido por todos,
al menos en vida...
Solo cuando se muere, solo entonces, se nos venera.
Ainhoa González
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