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Volvemos con Isabel Miguel, Marian Raméntol, Ana Mª Pérez Cañamares, Mónica López Bordón, Nuria Ruiz de Viñaspre, Antonio Pérez Morte...y un poeta más cada semana...
A las de mi especie
nos confunden,
naturaleza gris
con tendencias demoníacas ,
mientras, solo vivimos;
lo otro no tiene
nombre, cuando
menos preocupante .
Ya de pequeña
escribía SOL
con caminitos de lentejas..
Isabel Izquierdo
Nunca estuve en La Habana
y el malecón que conocí
se me quedó pequeño
Dime si no es desgracia
haber escrito tenecesito
entre los versos de Gamoneda
y no leerlo nadie .
No soy del Caribe
pero también quiero vivir un poco
la vida antes de morir
Cuando tienen hambre se ponen imposibles
sólo quieren carne viva
y ya sabes lo q es eso.
Grito éxodo pero ni caso
Me dice :Te acostumbraste a perder ,
así no retarás nunca al futuro ,
El no sabe
que he ensayado todo
hasta desgastar el espejo por si un día
viene La Habana hasta aquí.
Isabel Izquierdo
Cada día inventa el fuego
y milagros de ese tipo...
Morir follando sabiendo que a Dios
se le ha terminado el agua bendita.
Clóname, venerable científico!
Que necesito amarle a los quince
y a los treinta y descubrir
a su lado, el ron con cocacola,
La Pizarnik y el cine de Robert Redford.
Isabel Izquierdo
I
Se encadenan a estatuas, se declaran en huelga, dejan de comer o de beber,
dejan caer los brazos, suben escaleras de rodillas, cruzan cualquier estrecho a nado,
se pintan la cara o danzan desnudos, delante la hoguera y detrás la luna, como yo
Y que he de hacer sino esperarle, después de haber ensayado mil encuentros,
elegido flores, el vino y la vajilla de mis besos.
Un poco más patética que ayer, que bailaba en su silencio mil pasos de posibilidades.
Hoy, al oírle la ausencia de mi nombre, rasgo todos los versos de donante convencida
Mañana, hecha papilla, hecha Salinas, a tirar el corazón por el monte,
llena de margaritas, por si viene.
II
Excavo trincheras, leo, me defiendo, aguanto el berrinche.
Maldigo la leche que mamé y maldigo todos los libros.
Todos los versos,espejos de otros y otras que me meten en el mismo saco,
que abren más la herida si cabe: mujer,
repetida.
Isabel Izquierdo
En ese silencio, los cordones de los zapatos cruzan los orificios
de las orejas,
la cisterna del water deja caer la catarata del Niágara, un estruendo
que no llega a romper ese maldito mutismo...
Soplo la vela, recojo mis pendientes , cruje el suelo y a la persiana
le da un espasmo.
La cremallera de mis botas ha sesgado el dormitorio.
A mi espalda suena el cinturón de los vaqueros, la despedida.
Piso el papel de un bombón y dos besos.
Y desde la otra habitación, a la que ha ido a buscar no sé el qué,
me abraza, me retira el pelo y le dice a mi cuello que las princesas
rubias se quedan sordas al amanecer.
Isabel Izquierdo
Me dejo caer en la alfombrilla del baño, en el tape de la botella ,
Abrir la maleta de la ropa de invierno y verme allí
Otra vez, plegada, entre el jersey y el frío
Me dejo, me dejo, me voy corriendo
Calle a calle, la nostalgia se hace vaho
Ningún palabrazo de amor erecta mis senos.
Insiste la búsqueda del amor
hasta arrugarme la garganta .En el rasante
del horizonte, entre la niebla,
como en lluvia de estrellas . Otra vez
invierno,como en mayo, como las uvas secas.
Que difícil correr!
Isabel Izquierdo
Me suicido con cada sílaba que hablo,
que las palabras son la soga muriendo en este mundo.
¡Que temo al mundo de los vivos!
Que el árbol donde me suicido crece,
que ahorcados en el mismo rictus entregan sus vidas,
¡que temo a los suicidas que se amparan en el tamaño de sus árboles!,
¡que temo hacer lo mismo!
Al segador también lo temo.
A los dominantes y sus trampas.
Que temo a las pasiones moldeadas del hombre,
a la intromisión en la carótida, luna del sueño.
¡Que temo al mundo de los vivos!
Que no soy de este mundo autómata,
que no perdono al amigo o al familiar —víctimas del mundo de los vivos—,
que aun suicidándome, piensan que es un entretenimiento,
que temo contar mentiras para endulzar su dolor,
que temo estigmatizar estos folios.
¡Que temo al mundo de los vivos!,
a las fronteras del hombre.
Que me levanto como hombre para enfrentarme al sometido hombre,
al animal autodestructor de su propia existencia,
que temo a los suicidas,
que hombres se alzan coronados.
¡Que temo al mundo de los vivos!
Que lo racional no da la certeza absoluta,
que los filósofos habitan en la interrogación,
que la confusión es el amor de mis lagrimales.
¡Que temo al mundo de los vivos!
Que las ruinas son las desesperaciones
donde el suicida forma paraísos,
que temo a la indiferencia,
a la utilización del estatus del hombre,
que sólo uno mismo se puede nombrar,
que al renombrarte el miedo a morir
se desvanece y me siento vivo.
(inédito)
Rafael Luna
Busqué en el cuaderno
donde germino la semilla de mis versos:
Había un zahorí sediento justo al lado
de una dirección de e-mail desconocida,
una confesión isleña que sostiene
que lo primero
fue mezclar mis huellas con huellas de gaviota.
Había una pena de madre entre unos besos,
y una vuelta a las raíces.
Prosodia y ditirambo
muy cerca de la venus Mariblanca al Sol,
ramos de esdrújulas en tarros verticales.
Había en mi cuaderno
caballos blancos y tequieros.
Todos sabemos que las llamadas perdidas
viven en el país del desencuentro,
afirmé en mis notas.
Y hasta me encontré con una cita
en que alimento a las olas con tomillo seco.
Pero lo que más me estremeció
fue comprobar
que aún palpito de otra forma
al ver el temblor de los álamos al sol y al viento,
aunque esa sonora danza luminosa,
de dorados verdes en tardes de verano,
la conozca
desde siempre.
Ángeles Fernangómez
Me hice el amor
tantas veces como supe,
la noche aquella en que
éramos yo y la nada juntos.
Estimulé el eros de mi esencia.
Succioné los pezones
de los montes que parieron lo que soy.
Me produje escalofríos
al palpar el bajovientre de mi alma.
Te amo, me dije ciento siete veces...
Toqué. Froté hasta encenderlo,
el punto en que me brota
la luz de la empatía.
Así, sin apagar la llama empática,
llegué hasta el clímax
en simbiosis con “el otro”,
(sin cuerpos ni ataduras).
Y brotó la creación.
NOTA: A los pocos días de escribir este poema,la revista dominical de “El País” publicó un artículo sobre el descubrimiento reciente de las neuronas espejo, también llamadas neuronas Dalai Lama, por ser el centro en que radican la empatía y la compasión.
Ángeles Fernangómez
Las anémonas son clónicas.
No mueren, se dividen siendo enteras,
se duplican, se espejean, se copian a sí mismas y,
sin morir, vuelven a nacer eternamente.
Son su mitad y la mitad de su mitad multiplicada.
Doblan sobre sí sus cuerpos,
se parten infinitas desde el centro de sí mismas.
No mueren, sólo se marean un poco al imitarse.
Pero yo..., yo soy mucho más inteligente:
Me muero, sí, pero no me plagio nunca.
Ángeles Fernangómez
Agradecimiento a Salustiano Masó
Desde sus brotes la lanzaron al vacío
sin tiempo para el juego y para el beso.
Lavando en el arroyo, enaguas de las otras
se cortó con una piedra transparente:
era un zapato de cristal hecho pedazos
y un beso de príncipe, quebrado en la puntera.
Ángeles Fernangómez
En la falda del monte, de mañana,
se oye llorar a un niño. De repente,
el ameno verdor de la ladera
entrechoca murmullos y colores,
desdibuja, destempla, desmemoria
la espesa ligereza de su aliento,
burlándose del ojo y del oído
que soñaban fijar algún instante
como color o como son del monte,
como cifra o verdad de su quimera.
La cima, poderosa, pensativa,
lenta, ajena a la edad y sorda al llanto
¿envidiará tal vez, por un momento,
la frágil inquietud de la hojarasca,
su condición expuesta a la mudanza?
Cuando se siente amenazado, el monte
no esconde la cabeza: la enarbola,
aleonado, retador. Sacude
los parvos matorrales con que apenas
abriga su atalaya pedregosa
y jura defender su apartamiento
de cualquier inquietud sujeta al tiempo.
Los dioses, maliciosos, cuchichean
a sus espaldas y de buena gana
consienten sus bravatas. Niño monte.
¿Será su soledad la que lloraba?
Mariano Anós
Toda la serie de esta semana corresponde a un poemario inedito Monte (Valle de Tena)
(Respuesta a “Mar de Amor”, de J.A. Labordeta)
¿Quién me busca?
Quién me sobrecoge con su tacto
Que entre los dedos se lleva mi salina.
Quién traspasa mi brisa con su vuelo
Y me trae de otros mares dulce aroma.
Quién me busca,
Quién es el que besa a medianoche.
De quién es esa lágrima perdida
Que desborda mi caudal marino,
De quién esos labios que soportan
El peso de todas mis orillas.
De quién son esos brazos,
De quién el acantilado en que me rompo.
Hace tiempo que salí a tu encuentro, navegante,
Meciéndome en la estela de tu barco,
Y buscando el primer encuentro
De tu abrazo, todo llegó, todo, con tu canto,
Sacándome del lejano rincón, a tu horizonte.
Espérame en tu proa, marinero,
Húndete de nuevo en mi cabello
Y purifica tu corazón con mi oleaje.
¡Y NO TE MARCHES NUNCA!
Que mi vida está donde me piensas,
Que la luz de tu poesía me sostiene.