jueves, 7 de julio de 2011

No refleja ni al monte ni al viajero





No refleja ni al monte ni al viajero.
Ensimismado en su pereza, el lago
consiente sin lamento ni ufanía
el tributo que cede a la vacada
sedienta de su espléndida frescura.
Lenguas nombrando el agua, modulando
la mentida lisura al ojo atento,
desenmascaran el espejo, siembran
desorden, pliegue, variación, discurso.
Su materia es el sueño de los montes
cuya erguida aridez lo encierra o salva.
¿Tanta paz no será rebelde orgullo?
Bajo su capa de llaneza amable
se sospecha un rencor, una amenaza
al rocoso bastión de su existencia.
Monstruo del lago pues el lago mismo,
será el sueño peor del peor monte,
inmóvil ya de puro sobresalto,
en vela eterna por temor al sueño.
¿Y si no fuese así, si fuese cierta
la superficie límpida que ofrece,
promesa lisonjera de un reposo
que a sus guardianes brinda, transmutando
la penosa erosión de cada día
en un dormir o bienmorir sin fondo?
Lugar de nadie, luz de un tiempo oscuro
suspendido en el filo de la ausencia,
en el fondo de un lago siempre hay muertos
cantando. Silencioso, el monte escucha.



Mariano Anós


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