jueves, 21 de julio de 2011

Me suicido…






Me suicido con cada sílaba que hablo,
que las palabras son la soga muriendo en este mundo.
¡Que temo al mundo de los vivos!
Que el árbol donde me suicido crece,
que ahorcados en el mismo rictus entregan sus vidas,
¡que temo a los suicidas que se amparan en el tamaño de sus árboles!,
¡que temo hacer lo mismo!
Al segador también lo temo.
A los dominantes y sus trampas.
Que temo a las pasiones moldeadas del hombre,
a la intromisión en la carótida, luna del sueño.
¡Que temo al mundo de los vivos!
Que no soy de este mundo autómata,
que no perdono al amigo o al familiar —víctimas del mundo de los vivos—,
que aun suicidándome, piensan que es un entretenimiento,
que temo contar mentiras para endulzar su dolor,
que temo estigmatizar estos folios.
¡Que temo al mundo de los vivos!,
a las fronteras del hombre.
Que me levanto como hombre para enfrentarme al sometido hombre,
al animal autodestructor de su propia existencia,
que temo a los suicidas,
que hombres se alzan coronados.
¡Que temo al mundo de los vivos!
Que lo racional no da la certeza absoluta,
que los filósofos habitan en la interrogación,
que la confusión es el amor de mis lagrimales.
¡Que temo al mundo de los vivos!
Que las ruinas son las desesperaciones
donde el suicida forma paraísos,
que temo a la indiferencia,
a la utilización del estatus del hombre,
que sólo uno mismo se puede nombrar,
que al renombrarte el miedo a morir
se desvanece y me siento vivo.


(inédito)



Rafael Luna


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