lunes, 4 de julio de 2011

En la falda del monte








En la falda del monte, de mañana,
se oye llorar a un niño. De repente,
el ameno verdor de la ladera
entrechoca murmullos y colores,
desdibuja, destempla, desmemoria
la espesa ligereza de su aliento,
burlándose del ojo y del oído
que soñaban fijar algún instante
como color o como son del monte,
como cifra o verdad de su quimera.
La cima, poderosa, pensativa,
lenta, ajena a la edad y sorda al llanto
¿envidiará tal vez, por un momento,
la frágil inquietud de la hojarasca,
su condición expuesta a la mudanza?
Cuando se siente amenazado, el monte
no esconde la cabeza: la enarbola,
aleonado, retador. Sacude
los parvos matorrales con que apenas
abriga su atalaya pedregosa
y jura defender su apartamiento
de cualquier inquietud sujeta al tiempo.
Los dioses, maliciosos, cuchichean
a sus espaldas y de buena gana
consienten sus bravatas. Niño monte.
¿Será su soledad la que lloraba?



Mariano Anós







Toda la serie de esta semana corresponde a un poemario inedito Monte (Valle de Tena)






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