Esa palabra que ya no dice
aún es pálpito en sus oídos.
Ahora siempre está
en los atardeceres ausentes
y desde el corazón
de una bola de cristal,
se esconde en una triste
desolación,
para verle marchar,
para ver marchar
a quien ya no conoce.
El viento que no existe ahí dentro
hace que lloren sus ojos.
aún es pálpito en sus oídos.
Ahora siempre está
en los atardeceres ausentes
y desde el corazón
de una bola de cristal,
se esconde en una triste
desolación,
para verle marchar,
para ver marchar
a quien ya no conoce.
El viento que no existe ahí dentro
hace que lloren sus ojos.
Ana Agudo Martín,
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