No tales mis brazos
de ramas,
con ellas acaricio al viento
refresco rostros
enjugo lagrimas
y el sudor
al campesino que siembra.
Si me mutilas,
atentas contra la lluvia
no crecerán las mazorcas
de sed morirán los ceibos y envejecerá la tierra.
Olvidaste quizá la sombra de mi follaje
donde tantas veces jugamos
a enredar piscuchas.
Soy el único amigo
al que avientas piedras
y te devuelve frutos.
Mírame
te extiendo mi pecho de nidos.
Acércate
hagamos fiesta con mi verde
y el café
de los ojos de niños.
Hasta que nos sorprendan los poetas
abrazando nubes
cual faldas de hadas
Ada Membreño
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