Me miras
y desaparecen los laberintos.
Los trapecios de barro
abandonan mis ideas y costumbres.
Me besas
y la luz ya no es de piedra o rio,
vuela en su infinito,
para alumbrar las estrellas que te nombran.
Me tocas
y en mi alma nace una mariposa de magia y fuego,
encendiendo mis suspiros.
El abismo
es un segundo sin las rosas de tus manos en mi cuerpo,
una tarde sin tus besos,
una alegría no consumada por tu abrazo.
Busco tu aliento
en cada centímetro cúbico de aire;
aparto el Amazonas
que me separa de tu oxígeno.
Y llegan a tí las nubes que inventé
en la piel de mi espalda para estar contigo.
Te quiero como recuerdo y futuro,
desde el núcleo de mis sueños,
donde te esperan mi boca y mi delirio.
Laura Villanueva
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