Así como el tiempo y los hombres,
así como el paisaje urbano o el oscuro bosque,
todas las imágenes que cosechamos encuentran un lugar donde morir.
A veces el espacio se deforma,
otras veces renace puro junto al cuerpo;
pero la realidad es tan soberbia y quieta
que atraviesa la distancia del corazón,
obligando entonces a romperla en distintas realidades.
Cada espacio contiene una vida, también la vida
transparente que sostiene el aire.
No creo en el vacío si es ausencia de sombra y de luz,
si es incluso ausencia de ceguera que permite inventar las formas.
Solamente sé que sigo caminando,
caminando bajo este cielo gris, errado en túneles
y siempre triste.
No es consuelo que pueda desvanecerme
con tal de salir de las aceras para después volver,
al cabo de unos años,
lleno de espigas y de nuevas voces.
Javier Fajarnés Durán
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