Si no existe el vacío tampoco las formas.
Árbol, ceniza, nube: espacio que ordena el paisaje.
El tiempo no es más que una palabra,
detrás del horizonte reside otro horizonte;
las aves son iguales en cada frontera
pero a su vez distinta realidad.
Tengo la sed del desierto,
la pesadez en los hombros de una tarde roja.
Mis dedos cortan el aire como queriendo cortar una imagen;
conservar lo que el ojo contempla y guardarlo palpable, puro.
Pero este mundo es demasiado opaco.
La luz misma germina en sombra.
Anhelo un lugar exclusivamente de imágenes rotas:
reconstrucción sin lluvia que luego será raíz, cimiento, metal y abandono.
Javier Fajarnés Durán
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