He recorrido casi todas las calles de la ciudad,
pero sigo sin comprender cómo respira.
El polvo atraviesa mi pecho, su falsa luz me ciega,
y siempre un puñado de sombras pasan —como si nada—
intentando cerrar esta herida imposible.
Puedo palpar el veneno en las aceras,
escuchar antiguas lágrimas entre colillas y adoquines.
Tengo barro en los zapatos y ni siquiera él me pertenece;
tampoco la sombra del ciprés, la tierra húmeda, el verano...
Javier Fajarnés Durán
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