Reflejos que nublan pupilas.
Andante murciélago,
arqueólogo de infinitos.
Hábitos de monjas se distribuyen,
el atrio queda deslucido
por la escoria esparcida en él.
Formaciones de ideas
se enfrentan en las mentes.
La gloria recae revestida
de estiércol, que debate
entre la pureza de lo pulcro
y la socialmente sucio.
Las velas de la realidad
las recogió la madre
para que dios de ella
se halla ilustrado.
Serpientes sueltas en los ojos,
oídos y boca sin pudor.
Manos discordantes
y pies sin rumbo veraz.
La piel va engordando,
construye inacabados...
¡culpa!: mentiras
que siempre se tendrá que portar.
José del Castillo
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