De pronto te auguran cinco meses de vida.
Ciento cincuenta días.
Ciento cincuenta noches.
Ciento cincuenta insomnios.
De pronto...
El alta. Te quitan el pijama azul del Insalud,
la pulsera blanca donde pone tu nombre
(lo que queda de ti) mientras te apagas
(y eres niebla) Te cambian el pañal.
Te auguran cinco meses de vida.
No has leído a Henry Darger, ni has visto Singapur
con tus ojos. No has bebido las aguas de Ceilán,
no has olido la nieve en Vladivostok.
Cinco meses. No te has enamorado.
O sí. Qué más da...
¿Qué quedará de ti el día ciento cincuenta y uno?
No puedes saberlo. Y escribes un poema. Este poema.
Un soneto extraño con la rima del cielo
y el frío de la noche.
Te quitan las agujas,
la enfermera de guardia te besa en la mejilla.
Detrás del mostrador, Mireia, la más joven,
intenta no llorar. Y se muerde los labios.
Y notas en la piel su mordedura.
Te cambian el pañal, te adecentan, te ponen colonia
por la cara; eres tú, tú otra vez. Poeta.
Mañana, en Salamanca, presentas poemario.
Dentro de seis meses, conferencia en Madrid.
Sonríes. Te auguran cinco meses de vida.
Ciento cincuenta noches.
ciento cincuenta días.
Ciento cincuenta insomnios.
Daniel Izquierdo
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