La escena
huele a flash-back cotidiano.
La habitación es discreta y el olor muy pequeño.
Sobre las sábanas, el tiempo desusado,
descorre las distancias de la noche anterior.
El desorden, bien afeitado, levanta acta notarial
y se
enjuaga
los ojos. Bob Dylan huye junto a la luna por los
cabellos celestes de la frecuencia modulada.
Semidesnuda, el frágil terciopelo de la soledad,
te cubre los senos o te los desnuda.
Siempre sucede eso cuando amanece.
Respiro. Respiramos. Diciembre deshabitado,
fuma tabaco negro como hijo bastardo
de Dashiell Hammlett. Un triste fringílido
pierde la dignidad y muere. La luz desvirga
entonces cada intersticio de mi cama.
Sus arrugas, fundan, sin saberlo,
el himen de la luz.
Daniel Izquierdo
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