A mi vida vine sola,
a
mi muerte sola voy.
Y
en medio quedas tú,
pequeña
niña mía,
engarzada
en mis poemas;
que
llena la página blanca;
amiga
de la noche;
enamorada
de la mañana;
llorando
por el frío de una noche congelada;
buscándome
en el recuerdo
del
aro que dejó encendido mi pensamiento,
donde
sabes que te espero
convertida
en brisa, en beso, en llama.
Mara Romero Torres
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