La ternura que moldea mi corazón,
como
un dios que hace su propio pan,
zapatea
en la mañana mate
de
un cielo nublado.
Oigo
el ronco sonido
de
un coche que se aleja
y
agota su eco en un débil crujido
que
vibra, en el trasiego inconsolado
de
un despertar que se deshace,
como
los grumos de harina entre las manos.
La luz blanda de un oro pálido
consume el aire despojado del tesoro
de
esa voz que ya no escucho,
de
esa mirada que congela la vida en su ausencia,
de
esa sonrisa que vierte el agua
y
que moldea mi corazón
como
un dios que hace su propio pan.
Mara Romero Torres
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