De niña jugaba con ellos,
me visitaban de tarde,
vestidos de blanco sin alas,
sin alas ni equipaje.
Acudían a mi habitación,
como un reloj de puntuales;
para cantarme una canción
y entre sus brazos cobijarme.
He oído que en la tierra,
andan cerca de los mares;
cuando la gente los ignora
y no comprende sus mensajes.
Pero yo, que soy distinta,
que puedo verles y escucharles;
llevo tiempo tras sus huellas
en un dulce peregrinaje.
Te pregunto lector,
¿dónde descansan los ángeles?
porque yo no lo sé,
y uno de ellos... es mi padre.
Sinda Miranda
1 comentario:
Hermoso...
sonbran las palabras...
no hay concepto ni monada que ocupe ese lugar..
ese sentimiento...
GRACIAS POR EL POEMA
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