La bicicleta
tenía frenos.
Una BH
con muchos
desconchones
en su cuerpo,
como los de una
pared mordida.
La bicicleta
era de tamaño
mediano y la
compartíamos
cinco
hermanos,
desde los 4 a
los 12 años.
Era cuestión de
adaptarse:
o ibas sentado
o de pie.
No tenía frenos y
para parar,
(con suerte)
metíamos el
pie en la
rueda delantera.
Creo que las suelas
de los zapatos
Gorila,
las hacían
pensando en
nosotros.
Hoy,
en este pueblo
de playa,
mientras volvía
del mercado
y en una bici
de segunda
mano,
he recordado
la BH roja
sin frenos.
Y, sonriendo,
he metido el
pie en la rueda.
Deberíamos aprender
de nuevo
a ser niños,
le he dicho al
señor que me
ha ayudado
a levantarme.
Yolanda Sáenz de Tejada
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