viernes, 8 de marzo de 2013

Al final de una calle



                         Al final de una calle,
o quizá al principio,
con el platillo en el suelo
espera el mendigo.

Le echan monedas,
le echan migajas,
y, cerca de su mano,
el cartón de vino.

Con ojos vidriosos
vislumbra figuras erguidas
que pasan ausentes, indefinidas.
Dormita un segundo,
se siente tranquilo.
Las voces, las máquinas,
sólo son ruido.
Vive en su otro mundo
ajeno a su mundo,
donde las carencias
forman el orgullo
y la miseria es su riqueza
y la libertad su destino;
aunque tenga que quitarse el frío
con varios tragos de vino.



Mara Romero Torres

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