Mami se encoje,
se acurruca en la cama,
coge al ninón,
lo acapara con sus brazos,
lo mira,
lo besa con cariño
y pasa su cara con grandes ojos protectores
por la carita despistada de Manuel.
Y Manuel se asoma al mundo
a través de esos roces,
de esas carantoñas,
buscando el jugoso pezón que todo lo llena.
Se preta fuerte apretando sus puñitos
de boxeador llorón,
de futuros extraños,
que no existen más allá de la cama,
de la muga que hace mamá con su cuerpo,
o de los brazos de los tatos,
cuando te agarran fuerte,
para que nunca te vayas de su lado.
O todo el mundo en el instante sublime que eres más que niño,
de tan niño que eres.
Victor Guiu Aguilar
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