A esa tarde,
en la que el mundo decidió ser original.
Un hombre en
una ventana
(bueno,
mejor,
un chico en
el balcón).
Entonces:
un chico en
el balcón
con un
albornoz
blanco.
Yo,
en la calle,
saliendo de
una
zapatería
(donde me
había
probado
esos
zapatos de
tacón que
nunca me
compro).
Él se asoma
desde un
segundo piso
(el chico)
y yo, desde el
mundotierra,
miro hacia él.
Y lo veo
bailar
(con el
albornoz
abrochado)
una canción
de
Massive Attack.
Se mueve
bien...
Me detengo,
freno el mundo
con mis
labios y
lo miro.
Yolanda Sáenz de Tejada
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