martes, 11 de febrero de 2014

CAPELLAE





I



No muy lejos de aquí

el heráldico árbol de la muerte,

los ojos pardos en la sala oscura,

el Cristo pastoril,

la colina que oculta siglos de oro

y el hermoso muchacho.

No muy lejos de aquí el agua que llena las aljabas

de los cazadores. Pues nada

podría serme comprensible,

girando alrededor de los círculos diáfanos

con un haz de idénticas imágenes

una vez ya proyectadas.

Apuntemos con esa flecha estéril

adonde no excaven la tierra

húmeda y pingüe,

densificada en tus dedos,

los cerdosos jabalíes.

Mi identificación

contigo es pura apariencia,

pues yo conservo también un arco

aquí, en la mirada. Sólo importan

las cosas que aprendimos a medias,

el canto de un pájaro o mi propio canto,

y el silencio

y la neblina que los edificios

aureola sutilmente.

Tú has de moverte en torno a mí

para así cantarte cuando yo me canto.

Pan sonaba por los montes,

herido amor

en los incognoscibles adentros refugiado

de la abierta boca.

Sal de allí de una vez por todas:

ya estoy a salvo, fuera.

Algas idénticas a cuerpos,

el dulce vello de los cuerpos;

fueron aquellos quince años, ¡ay!, inolvidables:

el adolescente impetuoso

cuya blanca y firme dentadura

muerde a la ligera muchacha

un tanto huera y mortecina,

y sus planes emplazados

para un futuro próximo.

Todo debe ser borrado,

ondea la señal por el aire espeso

de construcciones pardas de ceniza:

la colina que oculta siglos de oro,

Astrea, ¡oh virgen!

La fuente puede dar todavía agua,

un instante vivido

para el andamiaje del recuerdo,

para que la vida aliente

en la mutabilidad

de tus facciones.

Más a punto cada día,

terminarás por extraviarte.

Y ahora, decidme, ¿dónde empiezo?

Ya el ciclo de las estaciones

se va cumpliendo riguroso,

ya golpea en mis sienes

la sombra del enebro.

Ite domum saturae, venit Hesperus, ite capellae.


II


Claro que, al final, todo queda ensombrecido.

Ahora pues, situémonos: llanuras

inconmensurables, estrías

ascendentes de la vid,

verde enredadera.

Un blanco mantel recrea

mi visión del mundo,

porque todo está dispuesto,

el alimento

y, después, el descanso

sobre un lecho de oro.

Seguro que no habéis contado con el brillo

de las constelaciones

y el perfume de las rosas

marchitas que rodean el estanque de agua.

Dios está con vosotros

y con vuestros hijos,

sobre la escarpada colina esgrimiendo

el rayo de fuego.

Cuando sobrevenga el alba,

reflexionaremos

sobre la mejor manera

de pasar el nuevo día

y los atardeceres.

Tú estás conmigo y no tengo

absolutamente nada

que decirte. Sí, podríamos

besar nuestros cuerpos

y después, fatigados,

pensar en tanta muerte que soportan,

indiscutiblemente, todos los que han muerto.

Las líneas observa de mis manos,

no estamos lejos ya

de un pequeño desenlace.



III



El número tres anda siempre en la locura,

lleva a cabo una síntesis extraña.

Es bueno dejar

que la marea te arrastre

sin demasiada convicción

ante sus determinaciones

futuras. Voy por una misma senda

reticentemente, en la superficie

de las cosas encuentro

el único bálsamo para mi deseo.

La descarga onerosa de las viejas tormentas

no puede molestarnos.

Estás aquí y ahora.

Pan brincaba por montes y selvas

y Baco le seguía.

No muy lejos de aquí

disparaban sus flechas los muchachos

hacia un punto de azul.

Enmarquemos el dulce ensueño

repleto de presagios:

las enlutadas madres de las guerras

y, ella, hermosísima, lloraba por la muerte

de su tierno amante.

Cercana está la primavera,

allí los contumaces jabalíes

no excavarán la tierra enrojecida,

y pingüe y húmeda

se os ofrecerá aún de nuevo.

He lives, he wakes - 'tis Death is dead, not he. 


Rafael Lobarte






        
 
          

No hay comentarios: