I
De margen a margen,
bajo las arcos de los puentes,
se desliza bronce de agua.
Verde hierba encaramándose
a los tiernos bastones de la orilla.
Demoradas aves, ya puntos
o líneas rasgando el azul, prefiguran
la llegada de la noche.
Reunión en la sombra,
juego de luz tras los cristales:
el borracho loco,
el adolescente bobo,
la niña tonta bien peinada,
el sabio intelectual y bien pensante,
abiertos en la sombra, gustando de la sombra,
escuchan al muchacho
de la dulce mandolina
canciones asombrosas;
el negro polvoriento,
la furcia helada, el camino.
Nubes amontonadas picotean la luna.
II
Todavía por ti la ciudad se alza.
Calles son sierpes, plazas un posible encuentro.
Te he amado tanto…
La torre es un deseo,
una espera el agua.
Oscuro de día
y en la noche oscuro:
rojizas luminarias,
tizones encendidos
como en un simulacro.
... que he de dejar constancia de mi olvido.
III
El sol espejea en esta hora.
Estuviste aquí,
igual que una serpiente
ciega entre estas cosas a las que día a día
adjudicaste su precioso nombre.
Cuando, al fin, salga,
me uniré al murmullo de los pájaros
que ahora anidan,
así sabré algo más sobre mí mismo
y sobre ti.
El horizonte desabrocha
su indumentaria vegetal, dejando
entrever mentidas presencias.
Cae una lluvia
tan fina, que se viste de verde.
Mas ya redobla su tambor el tiempo.
Resulta pues, preciso
insistir por el viejo sendero,
revivir la vieja instantánea.
De nuevo oscurece tranquilo.
IV
Este es el triste reino,
idéntico color del día y de la noche.
En los últimos portales
el aire introduce en el cabello
cincos dedos de furia,
y el río es un falso reposo
traspasado por los mil y un mensajeros del alba.
una espera el agua.
Oscuro de día
y en la noche oscuro:
rojizas luminarias,
tizones encendidos
como en un simulacro.
... que he de dejar constancia de mi olvido.
III
El sol espejea en esta hora.
Estuviste aquí,
igual que una serpiente
ciega entre estas cosas a las que día a día
adjudicaste su precioso nombre.
Cuando, al fin, salga,
me uniré al murmullo de los pájaros
que ahora anidan,
así sabré algo más sobre mí mismo
y sobre ti.
El horizonte desabrocha
su indumentaria vegetal, dejando
entrever mentidas presencias.
Cae una lluvia
tan fina, que se viste de verde.
Mas ya redobla su tambor el tiempo.
Resulta pues, preciso
insistir por el viejo sendero,
revivir la vieja instantánea.
De nuevo oscurece tranquilo.
IV
Este es el triste reino,
idéntico color del día y de la noche.
En los últimos portales
el aire introduce en el cabello
cincos dedos de furia,
y el río es un falso reposo
traspasado por los mil y un mensajeros del alba.
Rafael Lobarte
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