lunes, 30 de noviembre de 2009
La vecina
Ahora que la noche me despierta, nadie duerme al lado.
Unas gotas de lluvia ensucian los cristales
(cuánto polvo suma el silencio).
El isócrono golpeo de unos pies en la escalera
nada desconocido me dicen del mundo.
Acaso arrastren una culpa, o un dolor;
tal vez dejaron en el portal un deseo.
Qué más da; son sus pasos la lectura de mi olvido,
M.Martínez Forega
domingo, 29 de noviembre de 2009
FIN DE LOS SUEÑOS
La soledad de la bella durmiente
seguía dibujando la certeza
de un dulce Sur y un corazón perdido
y años que se entretienen y resbalan
entre dedos desiertos de caricias.
Y tú que sollozabas escondido
en el ángulo oscuro de mi danza,
en el rincón mas quieto de mi sueño;
y yo que despertaba de repente
del único destino de las hadas,
de mi tiempo pasado entre unas ruinas
más perfectas que yo, desde los versos
de los cuentos amargos de las niñas,
amargos como hombres que levantan
los vestidos y rompen las almohadas
a las que me abrazaba por las noches
cuando el amor era un temor futuro,
cuando todo da miedo y tú no estabas
besándome la angustia de los párpados
ni esperando los pasos de mis piernas,
las mismas que sostienen y que guardan
tus labios en el centro de mi trampa.
Tus labios cuidadosos por mi alma
muerden mi corazón, leen los mapas
del calor en mi piel y las montañas,
el mar, el cielo, el sol, la luna y nada,
nada como tu peso me ata al alba.
Sobre mí tu deseo y la mirada,
sobre mí tu equilibrio y tu locura,
tú sobre mí, tú y yo sobre la cama.
Olga Bernad
sábado, 28 de noviembre de 2009
LO QUE TARDAMOS EN OLVIDAR UN NOMBRE
Lo que tardamos en olvidar un nombre
que no ha dejado nada entre nosotros,
ese demoledor segundo en blanco
asesinado por nuestra memoria,
sólo ese tiempo muerto del olvido,
ese pequeño instante que perdimos
una y mil veces
en mil sinsentidos,
vendrá y se vengará cuando no queden
ni segundos ni arena en los relojes;
vendrá para gritar, para callarse,
para quedarse solo y guarecerse
bajo el toldo golpeado por la lluvia.
Debí pensar en ti, tú me ofrecías
un poco de verdad entre la nada.
Y la lluvia que insiste en la memoria
acunará en los golpes cada letra,
pronunciará mi nombre y el recuerdo
se quedará sentado en esta calle
en la que hoy pienso en ti.
Olga Bernad
viernes, 27 de noviembre de 2009
PECADOS DE SEPTIEMBRE
Siempre echaré de menos la inocencia.
Sólo con la inocencia es nuevo el mundo:
el viejo sol le alumbra la mirada
y el horror de los ojos de los hombres se borra,
pues ella no lo mira y nunca entiende
la hermosura vibrante de la sierra del diablo.
Y sin embargo escucha
las palabras de amor en el otoño,
los primeros pecados de septiembre
que envolvían en fuego las caricias más torpes.
Cuando aún no sabemos
si son nuestras las calles, si los mapas
dibujarán los viajes infinitos
o si todos los trenes acabarán volviendo
a su ruta terrestre y melancólica.
Cuando no comprendemos.
Son nuevas las sonrisas y la lumbre
del deseo en los labios; me acarician
los pájaros alegres de alas largas,
los pájaros del brillo, los cautivos
futuros de las noches estrelladas.
Olga Bernad
jueves, 26 de noviembre de 2009
SEMPER FIDELIS
La sed, escandalosamente pervertida
por la necesidad brutal de ser saciada
cada uno de los días de tu vida.
La esclavitud del cuerpo que pretende
su parte del dolor, la primavera
y el ajusticiamiento inmoral de las espigas
con la excusa poética del pan.
El tiempo alegre de las recolecciones
no es más que el escenario del placer,
su sabor a condena y a derrota.
Créeme, yo quería,
pensaba ser estricta primavera,
muerte ideal del alma atrincherada
en la flor del cerezo que la lluvia arrancó.
No dejar de ser flor, morir sin fruto
y siempre sin placer; morir sin dudas,
sin nada más, contigo en la memoria.
Te imagino
buscando como yo la luna negra,
con la misma imprudencia de otros hombres.
Y sólo te prometo que solamente tú
tendrás de mí ese no de tu mirada,
el ciego no de ti,
el que me hace llorar y me despierta.
Pero estoy viva y junio
desespera esta noche mi alegría:
en la fiesta pagana de las recolecciones,
nocturnas hadas bajo los cerezos acarician mi amor
y tú no vienes.
Lo siento.
Ningún ángel me mira cuando espero
ese beso caliente
en el rincón más tuyo de mi cuello
y la nostalgia en junio
de cada escalofrío y del rubor.
Olga Bernad
miércoles, 25 de noviembre de 2009
NOCHE DE OTOÑO
Hoy quiero un beso largo
y una lengua perdida por mis manos,
quiero morderte el cuello
y jadear adentro de tu aliento.
Quiero quedarme quieta sobre el mundo
y moverlo al compás de lo que siento
y agotar las reservas de tus venas.
Quiero que busques algo sobre mí
como si realmente
pudieras encontrarlo.
Sólo más, nada más, y tan aprisa
como se escapa el cielo
en una interminable borrachera;
tan despacio como se acaba un árbol
bajo los mil mordiscos
de las heladas negras.
Más luz, más paz, mas tercas melodías,
más sed y oscuridad sobre mis piernas,
zarpazos de lamentos y caricias,
recuerdos imperfectos de otra vida.
Y al final quedarán entre tus dientes
mis labios recordando
lo que dices en sueños
y mi piel inventando lo que sueñas
a golpe de caderas y de estrellas.
Olga Bernad
martes, 24 de noviembre de 2009
LA DUREZA
He encontrado en el suelo una esmeralda falsa
y la he mirado.
Ella vio desde lejos el brillo de unos pasos
y vigila.
Ella sabe que nunca
escuchará violines en el aire
y que jamás despegará del suelo.
Sé que su bienvenida
es sólo una serpiente de sonrisa y siseo
y yo siento vergüenza de mirarla,
vergüenza de latir como campana,
miedo invisible a dar un paso en falso.
Sin embargo,
el anillo que brilla entre mis dedos
me recuerda tus versos,
su rotunda verdad y su silencio,
su recta y simple frase,
la alegría redonda de metal bien templado,
la dureza
de la luz más perfecta sobre el rostro.
Olga Bernad
lunes, 23 de noviembre de 2009
CAPILLA ARDIENTE
Capilla ardiente sin cuerpo presente,
absurdos rezadores de difuntos,
hasta el aire se asfixia en esta tregua
de olor a flor que se marchita y llora.
Sácame de este sueño del incienso.
Que un dulce mar antiguo te despierte
sobre la playa en calma en la que duermes.
Despiértate, despierta la nocturna
libélula que ruge en mi melena
y el tren de sangre ciega que has perdido;
te cambio mar por más, copa por vino
y la luz de matar de tu mirada
por mi vertiginoso deseo de morir.
Déjame pasear en la serena
pradera del después; vuelve del agua
y quítame el collar de conchas muertas
que encierran su lamento y mi rumor:
infernal son del mar metido dentro,
mil tormentas perfectas que guardaba
en la espiral profunda de una oscura
caracola final. Ven donde nunca
tu voz iba a llegar, ven a esta sala
de velas blancas y flores cansadas.
Y llévame a la arena en que dormías.
Olga Bernad
domingo, 22 de noviembre de 2009
III
Vi una niña que lloraba entre desconocidos
y una casa cerrada y una puerta;
vi un caldero y un almirez donde se golpeaban los restos
de más de un millón de cadáveres
y no hice como vosotros, no cambié de canal
ni emprendí una segunda guerra para reparar todos los males.
Bajo el cielo se perdía el agua bendita
y el humo del incienso quería ahogarme de nuevo dulcemente.
Vi también cómo se tornaba lluvia la sangre derramada
y el incensario se envolvía de llamas que entre las nubes
dejaban caer la ceniza y el azufre de los finales.
Acá viene la muerte
en un día gris de cielo oprimido.
Tuve a Juanita Jones entre mis brazos
y la mantuve alejada de todo mal y dolor, de toda vida.
Hice de Juanita Jones mi imagen y semejanza
de apenas unos quince años menos que yo
y la convertí en el oráculo de los hombres insaciables.
Les hablaba de ella y hacía que la conocieran
como si fuera una niña cualquiera entre las otras.
Juanita Jones aprendió sus nombres y sus gestos,
dibujó torpemente sus rostros
y me auguró un futuro de revelaciones
tan sólo comparable a la cantidad de cuentos que nos inventábamos juntas.
En los ojos de Juanita Jones
se guarda el tacto de los hombres insaciables
y los colores imposibles que buscó en las pinturas de cera
para hacer el mundo cuanto antes
tal y como lo soñó conmigo.
Pero debí de equivocarme
porque una mañana Juanita Jones fue mujer
y disparó a Jackie Wilson dos veces,
alojándole una de las balas para siempre en el costado
que sangró como mi corazón
cuando Juanita Jones abandonó el buen camino
y me dijo: No soy como tú.
Todos caeréis
como cayó Juanita Jones
y no habrá otra ocasión de arrepentirse
ni días quedarán para el remedio.
Almudena Vidorreta
sábado, 21 de noviembre de 2009
Cobre
Una hebra recubierta de vida,
soldada por arduos deseos de permanecer aquí
y seguir abrazando a los que te lloran,
a los que dicen adiós a la bruja,
y que arde dentro de las venas principales de sus manos
como si fuera flexible y azul
y les llevara a acariciarte.
Hilo de cobre para anudármelo al cuello,
cobre
llegado el día preciso,
cobre
y acabar con este paripé de indiferencia,
el teatrillo de despedida
y las plañideras que sólo se acuerdan de uno
cuando uno ya no está.
Metros de cable con hilo de cobre
robado en la noche de tu muerte
mientras yo te arropaba,
recogía tus cosas,
y tapaba con las sábanas el pie que empezaba a estar frío
porque ya se sabe,
no te gusta que te vean con las uñas sin arreglar.
Nadie te cortó al fin el pelo, como tú querías,
y se burlaban como con vida robada
algunos de tus rizos de color cobre
apoyados sobre los hombros,
vengándose del intento de acabar con ellos.
Cobre, como un consuelo de tontos,
el premio del que no alcanza la meta
sino detrás de los otros,
como tú y yo,
como todos cuando dejan de estar.
“El incremento del precio del cobre
dispara los hurtos”, leí aquella noche,
y me conformé.
Almudena Vidorreta
viernes, 20 de noviembre de 2009
Támesis
Me baño desnuda en tus aguas,
río de mis sueños y deseos;
en tus corrientes frías me aventuro a entregarte
todo lo que queda en mí de tu lengua.
En la pared de mi dormitorio
eres el cielo azul y rosa y eres la luz,
Támesis del tiempo,
una lágrima de Monet arrancada del aire,
un primo hermano de otros lienzos y otras paredes,
un espejo para mundos nunca vistos
y un horizonte que perseguir.
Más allá del lienzo, río Támesis,
libre del recuerdo de aquellos que te observaron
un día llegaré a ti
y haré mías tus aguas y tu lengua
hasta que el sol se ponga.
Entonces, río Támesis, cerraré los ojos,
te ofreceré mis lágrimas
y ocurrirá la vida.
Almudena Vidorreta
jueves, 19 de noviembre de 2009
El ruido de su lengua
El ruido de su lengua
se me mete dentro,
retumba en mi vientre y en mi ombligo,
chapotea en océanos de saliva
y lame las orillas de mi playa
sacudiéndose como una tempestad,
como una vorágine de olas
en las que me ahogaría para siempre.
Cuando suena su lengua
toda yo soy un reflejo
y entonces también me la como,
la devoro y me invade la ansiedad
porque parece
siete veces más hambre,
siete veces más ruido
del que tú haces,
del que hace este hambre que te tengo,
estas ganas de oírte la voz.
Cuando suena su lengua
soy capaz de olvidarme de tu ruido.
Almudena Vidorreta
miércoles, 18 de noviembre de 2009
A sal me sabe la boca
A sal me sabe la boca.
La arena husmea con lascivia
cada recóndito rincón de mi cuerpo
sin ni siquiera pedir permiso
y te recuerdo, hace un año,
sujetándome la toalla mientras el viento
nos azotaba a las dos en el mismo lugar
y la sal nos arañaba del mismo modo.
Hoy me la trago, la mastico primero
y después me la trago
aunque me deje el cuerpo reseco
porque ya no estás tú para sufrir conmigo,
porque ya no huimos de la misma sal.
Sal, sal de mí; tengo tanta sed ahora.
Almudena Vidorreta
martes, 17 de noviembre de 2009
Se despertó
Se despertó una mañana
no sabía dónde estaba ni por qué
el mundo le dolía demasiado
sus muñecas
un cuchillo
una cama como la tuya
en el tercero un escayolista
arregla goteras de sangre
no quiso volver a despertar
Almudena Vidorreta
lunes, 16 de noviembre de 2009
Lady Blue
LADY BLUE
[sobre el tema homónimo de Bunbury]
Ondea la luna en el charquito de semen que has dejado a tu paso
y miro desnuda, abrazando mis piernas,
sentada sobre el frío suelo,
cada uno de los restos que pueda hablarme de ti:
cuento las huellas que aún se distinguen
de tus pies sudorosos marchando al cuarto de baño
y las baldosas dejan ver hasta donde alcanza la luz.
No tengo ganas de dormir, me siento sola
y tampoco tengo ganas de llorar
ni de mirar por la ventana la luna llena de esta noche de septiembre
porque está a mis pies su reflejo
y la prueba líquida de que has estado aquí.
Algo de mí todavía enturbia el satélite,
me recuerda que he sido mujer hace unas horas,
Lady,
Lady Blue.
La luna a mis pies después de estar contigo,
el combustible, el huracán, la prueba líquida.
La lluvia de asteroides ya pasó
(no fue para tanto)
y al final reconozco caducos
los restos de tu paso por mi atmósfera.
Lady Blue en órbita lunar
para darse cuenta del efecto:
El espacio es un lugar tan vacío sin ti.
Almudena Vidorreta
domingo, 15 de noviembre de 2009
Lumbares cóncavas presagian insomnios
Húmeda la niebla me recuerda
a ti. Las curvas imposibles
de un pensamiento atormentado.
Lumbares cóncavas concatenadas
a tu mirada fija. Qué gusto el deseo
silencioso. Las habitaciones
de tu duermevela cálido, un dedo en la boca
y nada que pensar. Traspasar tu cuerpo
en todo caso.
Carlota Ex-nihilo
sábado, 14 de noviembre de 2009
Generosamente el olvido huele a vida
He de pintarme dulcemente los ojos
si te vas.
Elevar las pestañas en zig-zag
y sonreír al vecino como siempre.
Porque un día olvidaré que mi libertad
llevaba tu nombre a cuestas
y que mis ojos te veían a ti.
Suelo sobreponerme a todas las ausencias.
Con generosidad, ese día que olvido,
el amor se dilata y todo vuelve
a tener sentido: otra vez mis labios
se relajan y lucen tersos,
como los de una embarazada.
No rencor. No rabia. No acritud.
Vida que me envuelve,
dulce pereza que me canta al oído.
Carlota Ex-nihilo
viernes, 13 de noviembre de 2009
Río arriba
Por la cuesta, camino del río,
sube una noche azul
que me acompaña.
Río arriba, el agua no pasa.
Peldaños de piedra despiertan
las duricias de mis pies
conectadas a cada cartílago óseo.
Hay brazos, hay piernas,
hay que respirar
forzosamente.
Un golpe en la espalda me haría vomitar
un río de lágrimas fosilizadas
desde la era glaciar de tanto desencuentro.
Carlota Ex-nihilo
jueves, 12 de noviembre de 2009
Planos de existencia divergentes para algunos sentidos
Transita Isolda por un plano de existencia
azul y blanco donde una brisa siempre
masajea su melena roja. Tacto de viento.
Hay accidentes de coche, enfermedades que se apean
en un cuerpo, gritos de escalera con olor a guiso rancio,
besos en un rellano, amor no buscado. Mirada al horizonte.
Olor de mundo que pasa de puntillas a veces,
hidrocarburos, pollo al ajillo, sangre en el asfalto,
tarta de limón. Olfato de tu sexo y mi sexo acelerados.
Y en la boca siempre el sabor del caballero,
del cuello, de su sexo imán para estos labios,
de la piel toda. Siempre ese gusto que brota
en las entrañas sin llamarlo, para el que no hay viento
ni horizonte que valgan su destierro.
Y la voz que sobrevive a todos los silencios.
De Isolda huyen los ojos y las manos. El resto,
un manantial que fluye en nombre de lo irreprimible.
Carlota Ex-nihilo
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Un día la memoria te dirá cuánto te quise
Afortunadamente no te conozco
y un beso de tus labios, a veces,
trae ese esplendor en la hierba
que volvió loca a Natalie Wood.
Como no te conozco, a veces,
cuando mi cuerpo y el tuyo saben a río,
abro los ojos y una milésima de segundo
me parece ver a Marlon Brando en París
mirándome con lascivia.
En esa ignorancia tácita, consentida,
irremediable,
respira hondo la palabra libertad
y todos los fantasmas pasean sujetos con correa.
Y ya sé que me diréis que soy cobarde,
que hay que vivir plenamente,
que hay que mojarse porque, si no, "paqué".
Yo lo sé.
¿Lo sabes tú?
Carlota Ex-nihilo
martes, 10 de noviembre de 2009
Inventario de células nuevas para una mejor risa
Creo que me sentaré a acariciar el tiempo.
A ver si así deja de fustigarme con su látigo.
He de dejar de implorar perdón por no aprehender
todo lo que una mente es capaz de cotejar.
Sé que cada día mueren a mi paso
pequeños universos que no he alcanzado a ver.
Duele ser portadora de esa dejadez,
saberme culpable de infinitos homicidios negligentes.
No abasto. No abasto. No abasto.
Me entretendré a acariciarte hoy todas las células nuevas
de tu rostro, a provocar tu risa,
esquivando las durezas de las cicatrices que despreciaremos
para siempre.
Puede ser tan simple...
Recuerdo que de niña dejaba comida junto a los hormigueros.
Carlota Ex-nihilo
lunes, 9 de noviembre de 2009
Afuera cabalga el tiempo
Mis caderas y tus hombros,
dos referentes de un diálogo mudo.
Hablamos de un río,
de la noche estrellada,
de la libertad de dos purasangres
que cruzan la llanura con su pelaje
brillante alazán.
Hay restos de canela en tus labios
y una cascada fresca inunda las miradas.
De fondo, el sonido del galope que no cesa,
la música celeste infinita, el agua.
Hemos logrado detener el tiempo.
Carlota Ex-Nihilo
domingo, 8 de noviembre de 2009
sábado, 7 de noviembre de 2009
Soneto LXXVIII
No tengo nunca más, no tengo siempre. En la arena
la victoria dejó sus pies perdidos.
Soy un pobre hombre dispuesto a amar a sus semejantes.
No sé quién eres. Te amo. No doy, no vendo espinas.
Alguien sabrá tal vez que no tejí coronas
sangrientas, que combatí la burla,
y que en verdad llené la pleamar de mi alma.
Yo pagué la vileza con palomas.
Yo no tengo jamás porque distinto
fui, soy, seré. Y en nombre
de mi cambiante amor proclamo la pureza.
La muerte es sólo piedra del olvido.
Te amo, beso en tu boca la alegría.
Traigamos leña. Haremos fuego en la montaña.
Pablo Neruda
viernes, 6 de noviembre de 2009
ELLOS VEN LA PUPILA DESANGRARSE DONDE ACABA LA VOZ
Deletreo el reproche del sol en cada tapia
como si quisiera que sus vísceras leyesen en mis
labios
el paso de mil dráculas con muñones de alquitrán,
alfileteando el pubis de las madres que caminan
ciegas,
y acallan las miradas de los hijos sobre el pecho.
Por cada una de las venas navegables,
como un regalo, un holocausto se detiene en mi
espalda,
con el beso ofrecido del abismo
amputándome los miembros, mordiéndome los
ojos
antes de la hoguera, antes de que esa lengua huérfana
cale en el retrato de todos los pulmones macerados
en un charco de leche seca.
Las palabras pueden arder en silencio
mientras arañan la sangre que nos queda,
cuando el terror es un acto de fe, un insulto resistente,
una plegaria infinita en la boca de los niños.
Ellos ven la pupila desangrarse donde acaba la voz,
justo donde el pezón de la noche
espera a que se duerma el mar
para que los muertos crezcan
en el vientre de las casas,
y sean el nuevo sonido de las manos cuando se
juntan
y juntas caven en tierra sonámbula
la última canción de cuna, inaplazable, que nos
nombre.
EPITAFIO
Aquí se separan las sílabas del miedo.
En este último naufragio, se empieza a abrir el agua
y el dolor del barro se hace humano.
Marian Raméntol Serratosa
Premio ex aequo del público en IV Premio poesía de miedo
jueves, 5 de noviembre de 2009
LA CASA DE HUESOS
y acometí hacia la muerte
con la espada
Paul Celan
A los pies del castillo en la región
de Akra sentí miedo a los huesos /
astillas que alumbraron por las noches
la casa de los muertos del escultor
Maráez / miedo a los esqueletos
que viven como ratas en grises
aposentos de la alquimia del arte /
miedo a los verdes rostros de antiguas
calaveras / a nichos donde duermen
las copas sin reflejos de inexistente
plata / a la caja de muerto donde
sueña Álime /miedo también sentí
hacia los instrumentos con dientes
de difuntos y miedo al piano azul
de una mujer del este de Anatolia
que habitaba despacio los cuartos
los salones el jardín con los fémures /
miedo hacia el interior de las ventanas /
miedo a algunas paredes amarillas /
al cortinaje de oro que adornaba
el exterior profundo de la noche /
y al perfume y al polvo de las rubias
cenizas contagiosas de la sombra /
y miedo al contemplar / bajo mi piel /
mi cuerpo detenido en la penumbra
como una casa viva / llena en huesos.
EPITAFIO
No temas a la Muerte: en el fondo
el hombre es un palacio de huesos
que sueña y camina dormido
hacia las oscuras arenas de la noche.
Dolan Mor
Premio ex aequo del público en IV Premio poesía de miedo
miércoles, 4 de noviembre de 2009
¿MIEDO?
De cuando nací hasta hoy
lo mío fue subir, subir
portando las esquilas de babel
contra el miedo, el tormento,
ascender tantas dudas
y transportar ladrillos inservibles, y cocerlos
al pie de las murallas de un nuevo Jericó.
Estuve en muchos sitios
desnudo a toda acción deliberada;
viendo cómo el desorden
acaso sólo era la parranda de un dolor cultivado.
Luego ya, mayorcito, mis ojos casi abiertos
me veían como ancla de un recuerdo.
El hombre era esa luz que se ignora a sí misma,
y comencé a sentir
una angustia asfixiante que emergía del agua.
Vivir no fue un vivir sin olvidar la muerte
y un ladrido de perros agresivos,
cuando te dice adiós
el vaho malherido de las palpitaciones.
Ahora, olvidado por mi ambiciosa ruina
mis vacíos espacios no me sirven.
Incluso mi sonrisa
la pasean los jóvenes.
Esos jóvenes viejos que mutilan mis versos
y confunden las rutas marcadas por mis lágrimas.
Serenamente digo que hoy no conozco el miedo.
En cambio sí lo siento. Miedo sí, mucho miedo
a dejarme la piel en una caja,
a que sea verdad cuanto he negado.
Miedo a la libertad,
a la oscura mirada de un cielo que me asiste,
a mi conciencia,
al amor que fermenta en mis delirios
y no le quitan ojo los relojes de arena mar adentro.
Miedo sí, mucho miedo
a vivir cada día un rato menos
sin escuchar canciones,
ni revisar la infancia
que me habita de nuevo perdida en mi memoria.
EPITAFIO
Mi curiosidad
se llamaba como la tuya.
Miguel Ángel Marín Uriol
Premio ex aequo del público en IV Premio poesía de miedo
martes, 3 de noviembre de 2009
AL OTRO LADO DE LA PUERTA
Hay miedos pequeñitos que nacen en los sustos
y que apenas traspasan la inocente epidermis de la
infancia.
Existen miedos grandes, que se quedan agarrados
para siempre
a esa carne trémula que anuncia el escalofrío.
La vida va borrando algunos de esos miedos. Otros
quedan como latentes, como un magma sereno
esperando el momento de entrar en erupción.
Fue una puerta mi más punzante miedo: la puerta
prohibida de un desván de la casa del pueblo.
La puerta
y el prefacio de su enjuta y lóbrega escalera
y el seboso candil que pendía en el dintel del
primer escalón
y la llave.
Mis hermanos mayores
hablaban a escondidas del desván
mentando extraños trasgos,
etéreos ectoplasmas cargados de cadenas,
y ayes de almas penando que se mezclaban
con el angustioso ulular de los días de viento.
Un día descubrí la llave. Dormía
en una cómoda de madera curada
entre sábanas de hilo y bolas de alcanfor.
Era una llave enorme de hierro bien forjado
y llevaba anudado un borlón de cortina.
Sentí, al verla, junto al dulce pecado de la trasgresión,
el placentero miedo de lo prohibido.
Desde entonces, regresaba a escondidas
y la tocaba, imaginando los seres residentes
al otro lado de la puerta.
El miedo es un imán y, un día,
prendí el candil, subí las escaleras y abrí la puerta.
Sólo fue un leve y lento giro
seguido de un brusco portazo
y un desandar las escaleras
y un candil rebotando en los peldaños
y un aire que faltaba en mis pulmones
y un corazón saliéndose del pecho.
La casa acabó siendo engullida por la sed de un
pantano.
Curada de otros miedos de esa lejana infancia,
aún me queda un rescoldo de miedo cada vez
que, al girar una llave, hay chirrido de goznes
y me encuentro con la oscuridad
al otro lado de una puerta.
EPITAFIO
Esta losa es la puerta que separa
la Vida de la Muerte, pero ignoras
a qué lado se encuentra cada una.
José Javier Alfaro Calvo
Premio ex aequo del público en IV Premio poesía de miedo
lunes, 2 de noviembre de 2009
EL DOLOR DE LA LUZ
En la sombra está su nombre inscrito
como un estigma que a la luz renuncia,
invisible y no obstante poderoso,
latente como el dolor que cada día,
cada día, por simple azar burlamos.
Otro día, al fin, te rendirás
a su esplendor imbatible, a los brillos
de su daga, a la final herida de su filo,
y permanecerás ahí, incrédulo,
creyendo ser un sueño fugaz
lo que no es sino la propia rigidez
de tu nombre desde ese momento
perfilado contra un fulgor inmóvil.
Y ambos serán ya uno para siempre,
ungidos a la memoria de aquellos
que dejas y se irán más despacio
(pero se irán) cediendo al vacío
otro vacío, otra asombrada oquedad
para el relámpago, para otro olvido.
EPITAFIO
Si para morir he merecido la vida,
deseadme mejor muerte.
Manuel Martínez Forega
Premio del jurado IV Premio poesía de miedo
domingo, 1 de noviembre de 2009
Semana de IV Premio Poesía de Miedo
La Presentación y entrega del Premio Poesía de Miedo tuvo lugar el día 31 de octubre en el Albergue Municipal de Zaragoza (C/ Predicadores, 70), en el espacio "La bóveda" con la asistencia del Viceconsejero de Cultura del Gobierno de Aragón, el Presidente de la Asociación Aragonesa de Escritores y la editora Trinidad Ruiz Marcellán, como pórtico de la I sesión que, bajo el lema “Hablando de miedo”, organizó la A.A.E. en torno a la lectura de poemas y relatos cortos de terror.
Más sobre Olifante
Donde habite el olvido
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
Luis Cernuda