viernes, 6 de noviembre de 2009

ELLOS VEN LA PUPILA DESANGRARSE DONDE ACABA LA VOZ




Deletreo el reproche del sol en cada tapia
como si quisiera que sus vísceras leyesen en mis
labios
el paso de mil dráculas con muñones de alquitrán,
alfileteando el pubis de las madres que caminan
ciegas,
y acallan las miradas de los hijos sobre el pecho.
Por cada una de las venas navegables,
como un regalo, un holocausto se detiene en mi
espalda,
con el beso ofrecido del abismo
amputándome los miembros, mordiéndome los
ojos
antes de la hoguera, antes de que esa lengua huérfana
cale en el retrato de todos los pulmones macerados
en un charco de leche seca.
Las palabras pueden arder en silencio
mientras arañan la sangre que nos queda,
cuando el terror es un acto de fe, un insulto resistente,
una plegaria infinita en la boca de los niños.
Ellos ven la pupila desangrarse donde acaba la voz,
justo donde el pezón de la noche
espera a que se duerma el mar
para que los muertos crezcan
en el vientre de las casas,
y sean el nuevo sonido de las manos cuando se
juntan
y juntas caven en tierra sonámbula
la última canción de cuna, inaplazable, que nos
nombre.



EPITAFIO
Aquí se separan las sílabas del miedo.
En este último naufragio, se empieza a abrir el agua
y el dolor del barro se hace humano.



Marian Raméntol Serratosa



Premio ex aequo del público en IV Premio poesía de miedo


1 comentario:

Marian Raméntol dijo...

Gracias miles Fernando!!

Un besazo