lunes, 23 de noviembre de 2009

CAPILLA ARDIENTE



Capilla ardiente sin cuerpo presente,
absurdos rezadores de difuntos,
hasta el aire se asfixia en esta tregua
de olor a flor que se marchita y llora.
Sácame de este sueño del incienso.
Que un dulce mar antiguo te despierte
sobre la playa en calma en la que duermes.
Despiértate, despierta la nocturna
libélula que ruge en mi melena
y el tren de sangre ciega que has perdido;
te cambio mar por más, copa por vino
y la luz de matar de tu mirada
por mi vertiginoso deseo de morir.
Déjame pasear en la serena
pradera del después; vuelve del agua
y quítame el collar de conchas muertas
que encierran su lamento y mi rumor:
infernal son del mar metido dentro,
mil tormentas perfectas que guardaba
en la espiral profunda de una oscura
caracola final. Ven donde nunca
tu voz iba a llegar, ven a esta sala
de velas blancas y flores cansadas.
Y llévame a la arena en que dormías.




Olga Bernad



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