Con la juventud doliéndome en la piel,
vestida de antiguo luto
y un flamante rímel profanando mis mejillas,
te vi por primera vez pero sin verte…
Tanteando el mundo desde mi ingenua guarida,
descubrí en ti al hombre,
lo admiré, y por dejarme encandilar
te creí inalcanzable…
Ahora es el momento en que, acortando las distancias,
nos reconocemos sin velos
entregándonos al más puro de los verbos,
que seguro es el amor…
Ven, acércate y concédele una tregua a tu guerrero
que es bajo esta luz que quiero amarte,
inventarnos nuestro propio mantra
y cantarle a esta pasión…
¿Qué si temo? ¿Acaso no lo sabes?
Tengo un vértigo absoluto,
pero déjame confiar en cuánto un hombre puede amar una mujer
y viceversa…
Gabriela Collado
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2 comentarios:
Ese vertigo que describes tan bien es maravilloso
Gracias Carlos! Un beso :)
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