jueves, 15 de noviembre de 2012

Siempre nos quedará París




Me llené de hoteles, de monumentos erigidos para habitar postales, de tickets de embarque, de menús ilegibles. Pero tú no apareciste en ninguna foto.

Me llené de Withman, jugué con Cortázar a la rayuela, me bebí el chocolate de Laura Esquivel. Pero tú no apareciste en ninguna página.

¿Dónde estabas cuando contemplaba Pest desde Buda o cuando la Maga intentaba calmar el llanto de Rocamadour?

¿Dónde te escondiste mientras se me helaban las manos en el Empire State o mientras Rosaura se deshacía en pedos en su lecho de muerte?

¿Por qué no robaste un pétalo para mí en la Grand Place, ni te enloquecí como Fermina Daza a Florentino Ariza?
¿A dónde te fuiste cuando la orquesta empezó a tocar en la frontera entre Austria y Hungría o cuando el general Andrés Asencio mandaba matar al amante de Catalina, su mujer?

¿Por qué no te subiste a la Vespa para bajar juntos la Vía di San Leonardo, del Valle de los Juglares a Florencia, ni fuiste concupiscente conmigo, como ese rico comerciante chino con la francesita de Vietnam que, entonces, era Indochina?

¿Acaso te escabulliste entre los pasadizos del Castel Sant´Angelo mientras yo cruzaba el Tiber o, simplemente, te escapaste con Hervé Jancour a buscar huevos de seda a Japón?






Y no, no me digas que "siempre nos quedará París" porque pudiendo ser el gnomo de Amelie, elegiste ser la cucaracha de Kafka. 






Gabriela Collado


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