martes, 13 de noviembre de 2012
Canto al hombre desnudo
Tus dedos como raíces dejan huellas en mi tierra
y me crezco entre tus piernas de formas bien definidas,
con un destino certero cuando vienen hacia mí.
Y allí, donde ambas se juntan, está la vid que da vida,
un racimo de alegrías que me acaricia por dentro,
con dos líneas que señalan el ombligo de tu centro.
Tus glúteos son mi infinito y una línea hacia tu espalda,
donde cargas con tus cosas de la vida cotidiana,
pero dejas crecer alas cuando estás en mi presencia.
Tu pecho de hombre seguro cuando enfrentas a la vida.
Tu pecho que guarda el oro de tu amor ilimitado.
El mismo en el que acomodo mis cabellos desvelados.
Tu cuello, tronco macizo, lleva el canto de tu voz
que al colarse por tu boca lanza un te amo veloz
para soltar a tu lengua al encuentro con la mía
y respirarnos enteros el paso hacia la afonía.
Tus ojos, benditos ojos, mares en los que me pierdo,
los que recorren mi cuerpo con deseo halagador,
en miradas que atraviesan de mi cuerpo el ecuador.
Tu pelo rebelde y alborotado,
hombre de hebra oscurecida,
es donde pierdo la vida,
cuando termino de amarte, para yacer a tu lado.
De tu titánico cuerpo, tu cabeza me provoca,
me piensa, me indaga y presiente,
pero, sobre todo, me decide...
...Suya.
Gabriela Collado
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