Los días de la tierra son
como un terremoto
en la vacuidad de las almas,
ya ni la nostalgia nos
regresa a los patios
y a las calles vividas en los
ojos de la inocencia.
Los pájaros, las gacelas
y los niños tristes
saben que son extranjeros en
su propio tiempo
y que el zumbido de la
conciencia es un baile de máscaras,
humo de instantes que
hierven. Y nos perdemos
en un desfiladero de sombras.
Algunas veces
se multiplican las auroras
del desierto
o mares congelados se
derrumban
en el lejano país del sol
naciente.
El aliento de las cordilleras,
los violines del amanecer
y la desnudez de la tierra
son tomados como rehenes
y se les tortura
y se les transforma el
rostro.
La fiesta callada no deja de
ser un susurro
y muchas voces se vanaglorian
a destiempo
cuando ya la noche
se asemeja a una carnaval
erótico
y sucumbe ante las escasas
palabras de amor.
Casi todos observamos la
sobrevivencia
de las ciudades y los hombres
con el ruido del dolor.
Y nunca, nunca estaremos
listos
para contemplar los bosques
desvastados
y los océanos que pintan de
negro las arenas.
Pero existen formas,
existen formas secretamente
humanas
que surgen de la entrega y
del estremecimiento,
voces del alma que dialogan
con lenguas de barro,
colores que se desnudan y nos
visten en el zoco,
existe la magia del alba en
una manos
y la esperanza que nos
humedece
porque es tiempo de siembra y
vida.
Existe lo más reconocible del
misterio,
el insistente encanto de la
epifanía
el símbolo que se alza y nos
festeja,
existe Gerhrard Hexel
existe el Territorio y la
Sincronía de la luz.
ISABEL BLANCO OLLERO
Nota: Poema creado con motivo de la exposición en Pamplona
de la obra pictórica y esculturas del artista alemán, Gerhard Hexel.
1 comentario:
Sin dudas se necesita de un gran talento poetico para dejar plasmado algo tan hermoso. Muy buenos versos!!
Un abrazo
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