Él poseía el aljibe de las
vanidades justas
ella la masticada voz del
valor
que templa almas y sana
corazones
La tarde no deseaba nacer
pero ellos la parieron
con sus cuerpos desnudos
sobre la arena
y el mar fue la danza en el
crepúsculo
Nunca más fueron impunes
a la personalización
minuciosa del amor
aunque la tozudez y niebla de
Teseo
sean en estos instantes
las edades inasibles
las edades ciegas de Ariadna
que ahora tienta vientos
inciertos.
Isabel Blanco Ollero
1 comentario:
Que hermosura de versos, realmente precioso!!
Te dejo un abrazo, Fernando
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