¿Dónde fue que me hice un verso latente;
en qué poema; en qué recóndita soledad?
Solo a nuestro pesar, nos fuimos callando
como quien apaga una estrella en la noche.
Éramos reflejos de una misma lágrima azul
ahogándonos... en los océanos de la tristeza.
Tú me esculpías, en simetría con tus dolores;
yo te escribía fiel, a la altura de mis abismos.
¿Dónde fue qué; y en qué tiempos remotos,
tu beso mordió... la levedad de mis muertes?
¿Dónde fue que dejamos las flores benditas
que, tu nombre y el mío, cultivaban de día?
Eso yo no lo sé... ni lo sabrás tú tampoco.
Solos, cada quién en extremos distantes,
sabremos finalmente, decires susurrantes
entre las copas de los sauces, y al viento.
Andrés Camacho