Me desperté una noche blanca y ciega
Y tenía un sudario por pijama,
Mire a mi compañero,
yacente a mi lado, él,
Y también descansaba en su mortaja.
Abrí el balcón, crujió,
la calle en pleamar se desbordaba.
Las ruinas descolgaban del alero:
Europa era un escombro,
Resquebrajaba el gótico,
Bogaban con la vara de laurel
Los sabios griegos en medio de la debacle.
No llegaron auroras boreales
Desde el norte, sin aire,
Y comprendí que el mundo era un cadáver
Y los hombres, inertes
Ladrones de cuerpos.
Marta Domínguez Alonso
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